sábado, 20 de marzo de 2010

La vida es más sabrosa en La Mar

Ayer estaba en Sta Fe y por azares del destino aterricé en La Mar (PA de la plaza donde está el Hotel Distrito Capital).

Lo primero que me gustó fueron las mesas amplias y el silloncito cómodo. Mi cómplice y yo fuimos recibidos con una cubetita llena de papas, plátanos y camotes fritos (tipo Chips) acompañados con unas salsitas. Por lo poco que nos dijo el mesero decifré que las tres peruanas tienen la misma base cremosa y diferentes tipos de ají (verde, amarillo y rojo) y la mexicana era una salsa verde bien rica (creo que tres veces pedimos que nos trajeran más).

Pedimos un menú degustación de 7 tiempos para compartir. Suena mucho pero las porciones literalmente son de muestra.

En un primer tiempo nos trajeron un cebiche mixto y un tiradito de atún en salsa de maracuyá con un poquito de miel, ajonjolí y cebollín. Me gustó más el cebiche porque el tiradito estaba muy dulce para mi gusto.

Como segundo tiempo llegó un filete de bruja en salsa miso con unas hojas de bok choy. El pescado bruja es un pariente del escolar (me encantan los nombre que les ponemos a los animales). Son pescados blancos, ricos en sabor y en grasas (no como un halibut pero si más que un robalo). El pescado estaba montado sobre un puré de papa, la salsa miso como espejo y encima el bok choy. Nos dejaron claro que este platillo no tiene nada que ver con Perú. Es una especialidad del chef que aplaudo. Fue mi plato favorito.

Junto con nuestro pescado trajeron un par de brochetas (tienen un nombre especial pero no entiendo mi propia letra. La mesera hablaba como si la estuvieran persiguiendo): una de filete de corazón de res sobre papa crocante y la otra de pulpo sobre papa machacada en mortero. Si, mucha papa en todo pero recordemos que el tubérculo salió de Perú.

Ambas brochetas muy buenas. Me gustó más la de res cuando le puse un toquecito de salsa verde...uy.

Curiosamente la sopa nos la sirvieron al final. Una crema con camarones, papa, chícharo, haba y arroz. Eso si levanta muertos pero la verdad no pude pasar de la segunda cucharada porque tenía mucha más lactosa de la que yo puedo tolerar.

Antes de llegar a los postres, yo todavía tenía hambre (oigan, no comí en todo el día y las porciones eran pequeñas) y pedí un cebiche clásico. Mmmm... delicioso.

Finalmente, el postre. Un plato con tres vasitos: arroz con leche y vinagre balsámico, suspiro limeño y sorbete de jamaica. Todos muy dulces pero ricos. Yo no necesitaría más.

Y el vino, que no puede faltar en mis comidas, un Crios blanco que me pareció un excelente experimento de maridaje. Un vino muy floral (tiende al jazmín) con un sabor no tan afrutado que matiza la acidez de tanto limón y ají dejándote disfrutar de la materia prima de los platillos.

Fue una grata experiencia conocer este lugar. Es obvio que no tiene nada que ver en calidad (ni precio) con el Astrid & Gastón. Es cierto que no sé mucho de comida peruana pero si sé distinguir un buen restaurante de uno excelente.

B.P.

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